18/11/10

Sobre iniciativas empresariales

Erase una vez un joven e intrépido emprendedor que buscaba una idea perfecta para comenzar su negocio (en realidad no era ni tan joven ni tan intrépido, esto último sólo fue producto del desempleo -para que luego digan que de las crisis no sale nada bueno- e incentivado por una jugosa subvención regional), cuando ya deprimido por la falta de ideas, acodado en la barra de un bar, le preguntó al parroquiano que tenía justo a su izquierda, en un estado etílico tan avanzado como el suyo, pero al parecer mucho más lúcido: -oye tú, dime un negocio que siempre tenga clientes-, -joder, pareces tonto –le respondió el otro borracho- pues una funeraria, eso nunca falla-. Brindaron juntos por la gran idea. “Te haré socio de mi funeraria” mintió el no tan joven ni intrépido futuro empresario.
Al día siguiente, cuando se despertó, con una fuerte resaca, recordó el no tan intrépido emprendedor la conversación con el otro borracho, sin embargo su elevado orgullo le hizo tachar al otro personaje de su memoria, para así convencerse de que por una vez en su vida había tenido una idea brillante.
-Montaré una funeraria en un lugar donde no tenga competencia- pensó en voz alta, todavía recostado sobre la cama y echando hasta el último gramo de lo que quedaba en su sufrido estómago en una palangana muy a propósito colocada por su madre sobre la mesita de noche. Y así hizo tras aplicar todos los trucos de marketing, fiscalidad y planificación económico-financiera que le enseñaron en un provechoso curso intensivo de iniciativas empresariales del ámbito de la creatividad (el por qué le incluyeron en ese grupo fue algo que nunca llegó a entender).
El sitio era tan perfecto que no daba crédito a que a nadie se le hubiera ocurrido antes la idea. -Sí, a uno se le ocurrió antes que a ti, hace ya unos años- le dijo una desalmada viejecita desdentada su primer día de trabajo -lo que ocurrió fue que sólo por llevarle la contraria a ese estirado de corbata, todos los del pueblo, que somos todos viejos, más viejos de lo que te podrías imaginar, decidimos no morirnos. Y no morimos. Y el estirado de corbata se arruinó. Así que mucho me temo que a ti te va a ocurrir lo mismo-. -Mi plan es perfecto- le contestó el ya no tan joven pero ahora muy intrépido emprendedor- me he formado en un curso intensivo y me han asesorado los mejores abogados y economistas de la región, me haré rico en sólo un año-. -¿No me digas? Ay, parece que me estoy empezando a sentir un poco mal, marcho pa casa, que estoy como mareada-.
Al día siguiente, nuestro no tan joven pero cada vez más intrépido emprendedor tuvo su primera facturación. Pero como era de esperar, le valió la mirada desconfiada de los habitantes del pueblo, todos sabían que él había sido la última persona con la que había hablado la viejecita desdentada.
La aprensión se fue apoderando del pueblo, y aumentaba aún más cuando sus habitantes pasaban por delante del recién inaugurado local. Y con la aprensión, llegó, lenta pero tenaz, la muerte de cada uno de sus habitantes.
Nuestro no tan joven emprendedor consiguió numerosos premios: a la mejor empresa del año, al empresario joven de la comarca (no olvidemos que este adjetivo cada vez abarca a un rango más amplio de edad), a la mejor iniciativa empresarial de la región, a la empresa más rentable… recibió al mismísimo príncipe en su funeraria, quien le otorgó la medalla al empresario que más había contribuído al desarrollo económico regional (piensen en la cantidad de pensiones que se estaba ahorrando el estado gracias a nuestro no tan querido protagonista). A tal ritmo, era previsible lo que acabó ocurriendo: en menos de un año se quedó sin clientes potenciales (algo que no había previsto el verdadero creador de la idea), pero había conseguido su objetivo, por fin era rico.

2 comentarios:

  1. Me encanta la moraleja del relato. ¿Qué es mejor, ser rico y famoso o sentirse solo? Creo que la respuesta es obvia.
    Me encanta el blog. Felicidades

    ResponderEliminar
  2. Vaya, de tres personas que me han comentado el relato, dos me habéis hablado de la moraleja... me da que pensar, no me gustan las moralejas ni pretendía que hubiera ninguna tampoco aquí. Ya tengo un buen acicate para reescribirlo, como me aconsejó el tercero en comentármelo.
    En cualquier caso, me alegro mucho que te guste el blog :-)

    ResponderEliminar