16/7/08

... y la vida continuó como si tal cosa

Hacía mucho tiempo que soñaban con esas vacaciones: una isla solitaria, ellos dos solos y una tienda de campaña.

Sólo fueron cinco días pero resultaron eternos.

Ella pensó en empujarle por los acantilados. Él pensó en suicidarse allí mismo para que ella se sintiera culpable.

Pero ninguno de los dos llevó a cabo sus planes. Así que regresaron y la vida continuó como si tal cosa. Acabaron sus estudios, comenzaron a trabajar, se casaron, tuvieron dos hijos, se compraron un monovolumen y continuaron odiándose hasta el último día de sus miserables vidas.

En el lago


¿Cuándo se acabarán estas malditas vacaciones? Se repite Martina una y otra vez mientras mira sus pies a través del agua verde del lago.


Uno, dos, tres, cuatro… cuenta sus pasos mientras sus pies se deslizan sobre la tierra viscosa del fondo. Uno, dos, tres, cuatro… cuenta, volviendo hacia la orilla, para intenta matar el aburrimiento mortal que la asola desde hace ya demasiadas semanas y que hoy aún se hace más angustioso con este plomizo cielo sobre su cabeza.


Sus padres, sentados en una tumbona, dejan correr la tarde, como tantas otras… a orillas del lago verde. Miran a Martina sin verla, sus ojos están ya huecos de tedio.


Uno, dos, tres, cuatro… el agua le llega a las rodillas, el fango le acaricia las plantas de los pies. Uno, dos, tres, cuatro…

Encuentro en el lago


10/7/08

Justicia humana


Lo más justo le pareció estrangularle ahí mismo, en el mismo altar donde le había jurado fidelidad eterna, con la misma corbata que llevaba aquel día.

Lo más engorroso de todo fue intentar hacerle entender al cura que les casó su teoría sobre la justicia humana, después de que éste presenciara toda la desagradable escena. Así que no le quedó más remedio que repetir la operación con él. El cura era definitivamente corto de entendederas.

Amor ciego