24/1/09

Niebla



Después de mucho hablarlo decidieron comprarse una casa, buscaron y buscaron y finalmente dieron con ella. Era perfecta, la casa de sus sueños. Nada más verla se dieron cuenta, allí sería donde todos sus sueños se convertirían en realidad, la casa que los vería envejecer a ellos, crecer a sus hijos… sería el principal testigo del amor que se profesaban el uno al otro.
El mismo verano que la compraron, ya casi en septiembre, cuando estaban acabando de pintar la cocina y dejando listos los últimos retoques, de repente, se coló una espesa niebla por la ventana abierta, una niebla que poco a poco fue invadiendo todo. Pasaron los días y la niebla seguía allí instalada, como si ella también hubiera encontrado su morada perfecta.
Al principió les resultaba un incordio, tenían que gritarse constantemente porque nunca sabían dónde estaba el otro. Pero finalmente se acostumbraron a la niebla, a la niebla y a no verse. Se dieron por vencidos y dejaron de hablar. Incluso, de forma progresiva comenzaron a olvidarse el uno del otro.
Un mal día, cuando salía a comprar el pan las vecinas le contaron que su mujer había muerto, que el día anterior había venido la ambulancia a llevársela pero que no llegó siquiera al hospital.
Volvió a casa desconcertado, trataba de recordar, pero era incapaz, las mujeres debían de confundirle con otro, él siempre había vivido solo en esa casa, ni siquiera estaba casado.

17/1/09

Amor fugaz



Cada vez que la taquillera y el maquinista se miraban toda la estación se impregnaba de un clima de tensión sexual prácticamente irrespirable. Y esto pasaba nada menos que nueve veces al día.

Las paradas del tren eran tan cortas que ni siquiera les daba tiempo a preguntarse sus respectivos nombres. Sin embargo, él lo sabía, ella lo sabía, todos sus compañeros lo sabían, incluso los pasajeros… se amaban ciegamente.

Así pasaron más de quince años, por eso hay que comprender que finalmente ella accediera a las proposiciones de matrimonio del jefe de estación, al fin y al cabo lo que todos más deseamos a una edad es tener cierta estabilidad en nuestra vida.

Poco después de que se celebrase la boda, el maquinista se despidió en su trabajo alegando la imposibilidad de hacer la parada correspondiente en la estación de aquella a la que tanto tiempo y con tanta intensidad había amado.