13/11/10

Otra vez Nena


En la cama del hospital, ataviada con una mascarilla de oxígeno, mi abuela se enfada porque le quiero sacar una foto. Cómo la voy a retratar con esos pelos que lleva, me dice, escandalizada. Después de alabar con entusiasmo la estética de las ambulancias, desde su cama del hospital,  es la única, como siempre, la única, que tiene la suficiente lucidez, sinceridad y sencillez para preguntarme las cosas por su nombre, la única que es capaz de poner un nombre propio a la conversación, la única que me hace encararme a mi misma y me obliga a que yo también ponga un nombre propio a este agujero que inútilmente intento rellenar con una fina arena que se escurre y vuelve a dejarlo como estaba, si no más profundo y más ancho.

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