Tras la tormenta, ya casi a última hora, aparece un tardío rayo de sol. Los veraneantes se vuelven a armar de colchonetas, cervezas y gorras y corren ansiosos a recibirlo a la playa. La temperatura es agradable, pero no suficiente como para amodorrarse, así que todos se sientan en sus toallas y simplemente miran al horizonte, un poco aliviados.
De pronto, una música machacona empieza a retumbar, cada vez más cerca. Manteniendo el equilibrio sobre un pequeño yate que anuncia una discoteca flotante, dos chicas en bikini negro (probablemente las mismas que ayer) recién salidas de la adolescencia continúan su jornada laboral agitando sus melenas al viento y, como buenamente pueden, contoneándose de la forma más sexy que la resbaladiza superficie de plástico, el movimiento de la embarcación y la natural rigidez eslava les permiten. No puedo evitar que la escena me recuerde a un anuncio de bajo presupuesto de una línea erótica.
Viendo este tipo de escenas, observando la forma de vestir de la gente y sus gusto por lo kitsch, escuchando su música… no me cabe duda de que los 80’s es una época por la que toda sociedad no pude dejar de pasar.
De pronto, una música machacona empieza a retumbar, cada vez más cerca. Manteniendo el equilibrio sobre un pequeño yate que anuncia una discoteca flotante, dos chicas en bikini negro (probablemente las mismas que ayer) recién salidas de la adolescencia continúan su jornada laboral agitando sus melenas al viento y, como buenamente pueden, contoneándose de la forma más sexy que la resbaladiza superficie de plástico, el movimiento de la embarcación y la natural rigidez eslava les permiten. No puedo evitar que la escena me recuerde a un anuncio de bajo presupuesto de una línea erótica.
Viendo este tipo de escenas, observando la forma de vestir de la gente y sus gusto por lo kitsch, escuchando su música… no me cabe duda de que los 80’s es una época por la que toda sociedad no pude dejar de pasar.
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