10/7/10

La pose fotográfica como elemento diferenciador entre culturas

La primera vez que hice un retrato a un iraní me quedé de piedra al observar que tenía la misma facilidad en tornar su rostro afable en uno serio y concentrado con la misma facilidad que los occidentales suelen tener para cambiar su gesto, generalmente amargo, en una estúpida sonrisa con tal de parecer feliz, o al menos alegre, en la fotografía. Después pude observar la pose estudiada y hermética de los centro-asiáticos, adolescentes queriendo parecer ya hombres respetables. Más tarde, un bielorruso me recordó posando a la fotografía que corona la mesa del recibidor de la casa de mis padres en la que aparezco yo en la guardería con tres o cuatro años con semblante serio haciendo como que escribo. Luego pude observar que, en general, los que vivieron bajo el régimen estalinista –y muchos de sus hijos por imitación- tienen una necesidad irreprimible de señalar cosas (existentes o no) en las fotografías, de hacer que trabajan, de sujetar algo… no entienden el retrato sin más. Pero por último llegó otro descubrimiento todavía más insólito: sus hijas posaban como actrices porno desde los cinco años.

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