[...]
Pero esto es de momento sólo vida,
incomprensible y pura vida,
un vulgar episodio de la vida.
Y duele.
Tragedia sin grandeza
que a nadie inspirará piedad ni espanto,
sólo algún comentario desdeñoso
dedicado
a la torpe actuación del agonista
cuyo infausto destino
no fue tramado por los dioses, sino
por ese pobre diable que es él mismo.
Otoños y otras luces. Ángel González.
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