1/9/10

Sobre el 1 de septiembre


Las calles rebosaban energía desde bien temprano.

Los niños enfundados en sus trajecitos, sin saber muy bien qué actitud tomar con una corbata al cuello. Les acompañan sus padres y abuelos circunspectos. Caminan a toda velocidad, hoy no se pueden retrasar.

Las niñas con sus pichis negros, camisas blancas, borlas gigantescas en las coletas, los calcetines hasta las rodillas. Ríen, hablan sin parar con sus madres engalanadas. Algunas lloran. Cada una a lo expresa a su manera, pero es evidente, todas están hechas un manojo de nervios.

Hay una competición no declarada: quién lleva el ramo más grande y vistoso.

En el patio del colegio los más pequeños se preparan en fila india para un acto simbólico de entrada en el mundo escolar, de fondo, la música de Superman.

La bandera ucraniana izándose, la mano en el corazón, casi todos cantan el himno nacional. El pope bendice, todos se persignan, salpica con agua bendita y toca mi cámara (a ver si hace efecto). La directora, con voz grave, les desea éxito, insta al esfuerzo personal.

Hoy es día de fiesta, hoy se inaugura el curso escolar.

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