8/11/09

Los vecinos de Sergei


Sergei, como cada domingo, se despierta como un tiro al primer toque del despertador. Después de tomar un energético almuerzo se enfunda en su chándal y se calza unas zapatillas deportivas. Ha llovido toda la noche y el cielo todavía se encuentra en ese impreciso tono grisáceo del cual se puede esperar cualquier cosa, así que decide ponerse el traje impermeable encima.

Primero el calentamiento y luego varias vueltas alrededor de la pista de entrenamiento de su barrio. Son las nueve de la mañana. Una y otra vez pasa por delante de sus vecinos. Pequeños grupos de hombres, nunca más de tres. Tan temprano(o tan tarde) y ya (o todavía)con pequeñas botellas de vodka en la mano. Hablan incoherencias, tropiezan entre ellos, a veces caen. Miran con desprecio a Sergei y al otro hombre que hace estiramientos en las barras. Son hombres de mediana edad, pero ya parecen derrotados por el alcohol, tal vez por la vida misma.

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