28/11/10

La pareja perfecta

Eran tan perfectos como pareja, tan absolutamente intachables, tan tremendamente civilizados, que por eso a nadie le sorprendió en absoluto que se divorciasen de aquella forma tan perfecta, tan absolutamente intachable, tan tremendamente civilizada, tras una reunión que convocaron para comunicarle su decisión a su refinado y culto grupo de amistades, en la que no hubo una sola señal de rencor, ni tan solo una leve muestra de dolor o de miedo a afrontar sus nuevas vidas por separado.
Lo que sí dejó más de una boca abierta fue el largo informe de la policía cuando, tras encontrarlos muertos en un descampado a varios cientos de kilómetros de la ciudad donde residían, supieron de las denuncias por extorsión, amenazas, coacción y lesiones físicas y psíquicas que se habían hecho el uno al otro desde aquel ya lejano y casi olvidado día en que comunicaron la decisión de romper a su aparentemente civilizado círculo de amistades.

27/11/10

"Es una mujer sola que sencillamente, humanamente, quiere dejar de serlo. Pero ese infinito blanco que porta en su interior no cabrá nunca en el caparazón caliente de un Wigwam"

Andrey Makine. La mujer que esperaba
"La tragedia de su vida, pensaba, había nacido casi por azar. El caótico encadenamiento de los minúsculos hechos de lo cotidiano, de las coincidencias aparentemente benignas, de los encabalgamientos de fechas que, al principio, no anunciaban nada irremediable. La discreta mecánica que pone en movimiento todos los auténticos dramas de nuestras vidas"

Andrey Makine. La mujer que esperaba.

26/11/10

"Pensaste que me iba a quebrar y doblaste tu apuesta.
Me hiciste sentir el sabor de mi propia cocina.
Volví a creer que se tiene lo que se merece."

Jorge Drexler. "La vida es más compleja de lo que parece"

25/11/10

Sobre apuestas

Llega un momento en que continuar apostando por uno mismo comienza a ser una apuesta demasiado arriesgada. Saber dónde está el límite es tan crucial como difícil de determinar.

19/11/10

Sobre diques rotos

Desde que la abandonó lloraba. Lloraba constantemente, sin descanso. Lloraba cuando estaba sola, cuando estaba con gente; lloraba en la cola del super, cuando viajaba en el metro; lloraba en el trabajo, en el cine… incluso en sueños lloraba, soñaba que lloraba y se despertaba con la almohada empapada. Lloraba de una forma constante, pausada, silenciosa. Sólo hacía algunas excepciones. Cuando veía, olía u oía algo que le recordaba a él: una imagen de las ruedas de un coche hundidas en la arena, una canción que sonaba cada día en el autobús que la llevaba al casa, una bicicleta roja, un suelo de madera, una vieja camiseta comida por las polillas en el fondo del armario… entonces su llanto se volvía amargo y ruidoso. Se moría de vergüenza, pero no lo podía evitar. Su llanto parecía no tener fin, su lagrimal parecía un depósito que se renovaba cada día.

Un día, mientras lloraba -esto quizás esté de más decirlo- y pensaba en cómo acabar con esta incómoda situación, recordó algo que había escuchado a un fotógrafo hacía un tiempo: el número de malas fotos que haremos a lo largo de nuestra vida vienen determinadas en nuestros genes, por eso hay que hacerlas cuanto antes. Pensó que esa misma teoría quizás sirviese para las lágrimas: tenemos un número determinado de litros de lágrimas que hemos de derramar a lo largo de nuestra vida. Ella hasta ahora nunca las había necesitado: fue un bebé tranquilo -tanto que su madre llegó a pensar en llevarla al médico porque solo comía y dormía, jamás lloraba, como los demás bebés-, su infancia había sido completamente feliz, su adolescencia sin traumas, en su madurez –hasta ese momento- todo había ido rodado…. Nunca había tenido un motivo para derramar una sola lágrima. Por eso, creía, el dique que albergaba todos aquellos litros de agua salada acumulados durante años se acabó rompiendo y no había forma de repararlo.

Sólo era cuestión de esperar a que se agotase el depósito. Eso era todo lo que tenía que hacer, esperar.

18/11/10

Sobre iniciativas empresariales

Erase una vez un joven e intrépido emprendedor que buscaba una idea perfecta para comenzar su negocio (en realidad no era ni tan joven ni tan intrépido, esto último sólo fue producto del desempleo -para que luego digan que de las crisis no sale nada bueno- e incentivado por una jugosa subvención regional), cuando ya deprimido por la falta de ideas, acodado en la barra de un bar, le preguntó al parroquiano que tenía justo a su izquierda, en un estado etílico tan avanzado como el suyo, pero al parecer mucho más lúcido: -oye tú, dime un negocio que siempre tenga clientes-, -joder, pareces tonto –le respondió el otro borracho- pues una funeraria, eso nunca falla-. Brindaron juntos por la gran idea. “Te haré socio de mi funeraria” mintió el no tan joven ni intrépido futuro empresario.
Al día siguiente, cuando se despertó, con una fuerte resaca, recordó el no tan intrépido emprendedor la conversación con el otro borracho, sin embargo su elevado orgullo le hizo tachar al otro personaje de su memoria, para así convencerse de que por una vez en su vida había tenido una idea brillante.
-Montaré una funeraria en un lugar donde no tenga competencia- pensó en voz alta, todavía recostado sobre la cama y echando hasta el último gramo de lo que quedaba en su sufrido estómago en una palangana muy a propósito colocada por su madre sobre la mesita de noche. Y así hizo tras aplicar todos los trucos de marketing, fiscalidad y planificación económico-financiera que le enseñaron en un provechoso curso intensivo de iniciativas empresariales del ámbito de la creatividad (el por qué le incluyeron en ese grupo fue algo que nunca llegó a entender).
El sitio era tan perfecto que no daba crédito a que a nadie se le hubiera ocurrido antes la idea. -Sí, a uno se le ocurrió antes que a ti, hace ya unos años- le dijo una desalmada viejecita desdentada su primer día de trabajo -lo que ocurrió fue que sólo por llevarle la contraria a ese estirado de corbata, todos los del pueblo, que somos todos viejos, más viejos de lo que te podrías imaginar, decidimos no morirnos. Y no morimos. Y el estirado de corbata se arruinó. Así que mucho me temo que a ti te va a ocurrir lo mismo-. -Mi plan es perfecto- le contestó el ya no tan joven pero ahora muy intrépido emprendedor- me he formado en un curso intensivo y me han asesorado los mejores abogados y economistas de la región, me haré rico en sólo un año-. -¿No me digas? Ay, parece que me estoy empezando a sentir un poco mal, marcho pa casa, que estoy como mareada-.
Al día siguiente, nuestro no tan joven pero cada vez más intrépido emprendedor tuvo su primera facturación. Pero como era de esperar, le valió la mirada desconfiada de los habitantes del pueblo, todos sabían que él había sido la última persona con la que había hablado la viejecita desdentada.
La aprensión se fue apoderando del pueblo, y aumentaba aún más cuando sus habitantes pasaban por delante del recién inaugurado local. Y con la aprensión, llegó, lenta pero tenaz, la muerte de cada uno de sus habitantes.
Nuestro no tan joven emprendedor consiguió numerosos premios: a la mejor empresa del año, al empresario joven de la comarca (no olvidemos que este adjetivo cada vez abarca a un rango más amplio de edad), a la mejor iniciativa empresarial de la región, a la empresa más rentable… recibió al mismísimo príncipe en su funeraria, quien le otorgó la medalla al empresario que más había contribuído al desarrollo económico regional (piensen en la cantidad de pensiones que se estaba ahorrando el estado gracias a nuestro no tan querido protagonista). A tal ritmo, era previsible lo que acabó ocurriendo: en menos de un año se quedó sin clientes potenciales (algo que no había previsto el verdadero creador de la idea), pero había conseguido su objetivo, por fin era rico.

Sobre la vida y sus imitaciones

- El salario o la vida.
- Lo siento, estoy tan cansada que no puedo responderte ahora, he trabajado demasiadas horas hoy. Ya sabes, fin de mes.
Así que el ladrón decidió él mismo, sin lugar a dudas, se llevaría la vida. Sonrió satisfecho por lo fácil que había resultado la operación y se fue por donde había venido, con la vida de la mujer bajo el brazo.
Sin embargo, nada más dar la vuelta a la esquina, cuando se paró a observar con más detenimiento su botín, su cara cambió bruscamente, se dio cuenta de que lo que tenía entre sus manos no se trataba de la joya que antes la mujer lucía orgullosa por todo el barrio, sino una burda baratija de bisutería, una imitación de baja calidad que hasta un ojo inexperto hubiera podido detectar fácilmente.
Se sintió estafado, ahora poseedor, ya no de una, sino de dos vidas que no valían nada.

17/11/10

Un cuento soviético

“El sábado último fue un día extraordinariamente atareado para Anatoli Samojín. Al fin de la jornada de trabajo en la oficina de Construcciones número 17 corrió a la sastrería 37 a probarse un traje. Luego tomó el autobús 13 y marchó a la estación ferroviaria de Paveletsk a sacar un billete para su hermana en el tren 15, Moscú-Donetsk. Al regreso, encontró a su amigo Víctor Miasoyédov, ingeniero jefe de la oficina de Construcciones número 84, que queda junto a la escuela 458. Advirtiendo que era la hora de comer, decidieron hacerlo juntos.-Vamos a la casa de comidas 796- sugirió Miasoyédov.
- No. Estará demasiado llena –rechazó Samojín con una mueca-. Mejor será el snack-bar 126. Allí tienen vino 777.
Después de almorzar, los amigos se dirigieron a los almacenes 63. Miasoyédov marchó luego a la Caja Postal de Ahorro 7515/0184, a la vez que Samojín corría hacia el jardín de infancia 1704, a recoger a la pequeña Marishka y llevarla a casa.
Mientras se ponía su abrigo, Marishka se quejó:
- Papá, Svetlanka, la hija de la tía Sasha, me ha preguntado cómo se llama nuestra escuela y yo no lo sé.
- Tu escuela se llama… Bueno, en realidad, no tiene nombre Marishka, sino un número… el mil setecientos… cuatro. Así es como se la distingue. ¿Entendido?
Marishka no entendía nada. Le hubiera gustado que su colegio ostentara un nombre bonito, grato al corazón de un niño, como por ejemplo “Conejito” o “Gatito”, o tal vez “Margarita” o “Rolypoly”. En lugar de nombre, recibía un horrible número que su mismo padre tenía dificultad en recordar.
Samojín fue a casa en el trolebús 33 y descendió en la calle de la Construcción, a la altura del número 1, cerca de la panadería 295 y la casa de electrodomésticos número 74. Avanzada la tarde, llegaron a la puerta 3 del bloque 7 de la casa número 6, donde vivían.
Cansado del agitado trajín del día, Samojín cenó y se acostó en seguida. No tardó en vencerle un sueño pesado, hostigado por pesadillas. Una gruesa dama, que parecía un número 8 aplastado le apremiaba:
- ¡Anatoli número 45872! ¡Vaya al departamento de Salud 386, al departamento de Educación 0504 y al departamento de Comercio 78/03/078 y sacuda un fuerte puñetazo en la mandíbula a los jefes que ocupan los números 003, 999 y 394/155 por estampar horrendos números en cosas que podrían tener su propio nombre!
Samojín despertó empapado en sudor frío y oyó lejos a un locutor de radio que anunciaba:
-En el programa 3 podrán escuchar ustedes a continuación la Cuarta Sinfonía…
Samojín cayó de cuatro patas al suelo y empezó a aullar.”

Ivan Kostiukov . “En el mundo de los números”. En: Risa rusa, antología del humor soviético.

16/11/10

Injusticias

Mortificarse leyendo los primeros correos, esperar con ansiedad sus noticias, no borrar sus huellas, aferrarse a una imagen que ha dejado de existir… Nunca creyó en los amores no correspondidos, hasta ahora. Son cosas que deberían de ocurrir en la adolescencia, no pasada la treintena, pensaba. No es justo. No es sano. Seguía pensando.

14/11/10

David y Sarah: o sobre algunos efectos más de la globalización (II)



Uno de los sueños de Sarah, una neozelandesa que trabaja los veranos en Gales para una empresa de su país con estudiantes estadounidenses, es ir a hacer snowboard a Irán. Sarah, viaja con David, un vasco de origen andaluz que estuvo en Nicaragua durante todo un mes haciendo surf, al parecer allí las olas son mejores.
 En un momento dado me pregunto qué hacemos los tres compartiendo el único yogurt que ha sobrevivido a los catastróficos efectos del paso del tiempo en la mesa de mi prácticamente recién estrenado apartamento de alquiler en una tranquila villa cercana al cantábrico. La respuesta parece obvia.

13/11/10

Otra vez Nena


En la cama del hospital, ataviada con una mascarilla de oxígeno, mi abuela se enfada porque le quiero sacar una foto. Cómo la voy a retratar con esos pelos que lleva, me dice, escandalizada. Después de alabar con entusiasmo la estética de las ambulancias, desde su cama del hospital,  es la única, como siempre, la única, que tiene la suficiente lucidez, sinceridad y sencillez para preguntarme las cosas por su nombre, la única que es capaz de poner un nombre propio a la conversación, la única que me hace encararme a mi misma y me obliga a que yo también ponga un nombre propio a este agujero que inútilmente intento rellenar con una fina arena que se escurre y vuelve a dejarlo como estaba, si no más profundo y más ancho.

10/11/10

Sobre tipos de machismo

Una minuciosa observación durante 33 largos años me ha llevado a concluir que el machismo se puede dividir en las mismas tipologías que el racismo: el de la lástima (pobre negrito / pobre mujercita tonta y débil) y el del miedo (ese judío va a ganar más dinero que yo / esta listilla me está llevando la contraria, en definitiva, me están pisando mi terreno, hecho totalmente intolerable).

Francamente, en los últimos tiempos, ya de vuelta a este supuesto primer mundo llamado Europa occidental, estoy empezando a añorar la primera tipología, la libertad de movimiento, con sólo una sonrisa a cambio, era infinitamente mayor y, sobre todo, el trato humano, millones de veces más sencillo.

8/11/10

Sobre la llegada del invierno y la nostalgia








Llega el invierno y de pronto aparecen en mi cabeza imágenes de una Belarús completamente blanca. Mi memoria siente aquel frío tan cálido y este ambiente templado tan terriblemente frío, que me invade una nostalgia ni tan solo comparable a la que antes sentía por esta tierra.

7/11/10

"La austeridad nos hace libres"

J. M. Navia - IV Jornadas Internacionales de Fotoperiodismo de Mieres 2010