31/8/10

[…] algunos habrán alcanzado a ver y han perecido, borrados instantáneamente por el gran olvido negro, otros se han conformado con el escape chico, la casita en las afueras, la especialización literaria o científica, el turismo. Se planifican los escapes, se los tecnologiza […]

Julio Cortázar. Rayuela

28/8/10

El oficio de diseccionar ciudades

Cuando fotografío una ciudad para lo que se supone que es el pan mío de cada día (“Elaboración de reportajes fotográficos de carácter didáctico sobre monumentos, paisajes, costumbres, actividades cotidianas y rasgos culturales de países del centro y este de Europa”) me siento como si diseccionara y cortara un insecto, arrancando sus miembros uno por uno y poniendo etiquetas debajo de ellas escritas en rotulador azul. Una vez hecho el trabajo, el insecto deja de ser bonito, ni tan solo lo puedo ver interesante, sólo son unas patas por aquí, unas alas por allá, unas antenas por el otro lado.
Tras esta fatigosa labor de disección, he de poner mi cerebro en lejía durante unas horas para poder ver la ciudad con otros ojos y empezar a disfrutarla… o a aborrecerla, en definitiva, a sentir algo hacia ella.

Casas por un dia



Vivir por debajo de las posibilidades

Durante la adolescencia conocí a una persona que objetivamente se podía decir que lo tenía todo. Sólo tenía 12 o 13 años, pero ya entonces era brillante. Era inteligente, bonita, sociable, sensata y segura de sí misma. Como no podía ser de otra forma, hoy en día sigue teniendo todos estos atributos.
Cuando terminó el bachillerato decidió estudiar una carrera que a mis ojos, y supongo que a los de muchos que la veían como yo, quedaba muy por debajo de las posibilidades de una persona tan prometedora. Pero era lo que ella quería, lo tenía muy claro.
Hace no demasiado conocí a su pareja, con la que ya convive hace varios años, y pensé lo mismo que con la elección de su carrera.
Sin embargo, tengo la sensación de que es una de las pocas personas que conozco que están completamente satisfechas con su vida y me pregunto si no será precisamente esa la clave, no ya de la felicidad, pero sí de la satisfacción personal, el vivir siempre por debajo de nuestras posibilidades.

27/8/10

La pequeña historia de un intento de seducción infructuoso







Sobre la ficción de ser servidos


Una ventana (II)

Una máxima universal

El ver gallinas picoteando bajo los coches aparcados en una ciudad sólo tiene un significado: estás terriblemente lejos del centro.

Sobre los bosques dentro de ciudades


Sobre parques infantiles soviéticos



26/8/10

3 gatas

Probablemente una de las cosas que más me une a dos de mis amigas más queridas, y que a la vez es quizás precisamente por lo que nos mantengamos de una manera u otra a una distancia más que respetuosa, es que las tres somos críticas implacables. Somos incapaces de dejar pasar un solo error, por mínimo que sea; no podemos comprender cómo los demás no pueden ser tan absolutamente intachables como nosotras.
M, I, algún día debería de presentaros. O mejor no.

Sobre la universidad técnica

Lionya o la modelo voluntaria



Sobre la religión











Dejando aparte cuestiones ideológicas, si hay algo que me saca completamente de quicio de la religión es la cantidad de tiempo que hace perder a sus fieles. Leer una y otra vez el mismo libro, memorizar frases carentes de sentido, rezar sin comprender, peregrinar cada año por el mismo camino… En el fondo, todas ellas estrategias para dejar la mente libre de cualquier pensamiento edificante o productivo, lejos de cualquier nuevo conocimiento.

Sobre el olfato de los locos

Si hay un olor que atrae a los locos, ese debe de ser el mío.

Viktor o el hombre cansado


Sobre las nociones de progreso


Basili o el hombre que lloró al verme partir

25/8/10

Dimitri o el hombre que hablaba cuatro idiomas y traducía siete



En un castillo en el oeste de Ucrania me crucé con un pequeño grupo de turistas. Me fijé especialmente en el que parecía su guía por sus curiosas facciones (así precisamente me había imaginado que serían los ucranianos antes de conocer a ninguno), gestos airados, voz teatral y cierta pose de cura de los de antes. Justo antes de salir, me volví a encontrar con el hombre, que charlaba con el guardia, me invitaron a sentarme un rato con ellos y más tarde a unirme al grupo, dentro del cual había un italiano. Una mujer ucraniana, nada más presentarnos me comenzó a contar la historia del castillo en italiano y más tarde a traducir lo que Dimitri (el hombre de rasgos cosacos) contaba en ucraniano, a lo que yo, de vez en cuando y para que viera que iba entendiendo, afirmaba en ruso. Cuando la ucraniana olvidaba alguna palabra en italiano, la otra mujer del grupo –una ucraniana de seductora sonrisa- la traducía en francés, posteriormente yo en español y por fin, Dante – el italiano- en su idioma. Dante y yo nos mirábamos de vez en cuando amistosamente pero sin saber muy bien en qué idioma hablar.
Después de tal batiburrillo de idiomas, por fin, conseguí quedarme a solas con Dimitri para pedirle- en ruso- que me permitiera hacerle un retrato. Le pregunté si era cierto que hablaba siete idiomas, como me habían comentado, y me contestó que no era exactamente así. Había hecho traducciones de siete idiomas diferentes pero sólo hablaba cuatro. Entre estos siete se contaba el español, del que era incapaz de decir una sola palabra. ¿Cómo había traducido entonces a Lorca? Muy sencillo, diccionario en mano.

Cuando el sol no abrasa



Sobre los parques de Cultura y Ocio