21/8/09

Madres de madres


Mi abuela no sabe exactamente dónde está Moldavia, pero ha llorado cuando nos despedimos. Tampoco sabía dónde estaba exactamente Bulgaria (ni siquiera fui capaz de convencerla nunca del todo de que podía hacer más calor que en Asturias) y también lloró cuando nos despedimos. Hace ya dos años.

Sólo lloró estas dos veces. Sólo dos de mis innumerables despedidas.

Creo que mi abuela es la única persona en este mundo capaz de oler mi miedo.

Todo lo que me gusta aquí

Adoro vagabundear por Oviedo por las mañanas y encontrarme con mi abuelo, quedar con mis amigas en Lugones, perseguir a mi madre mientras hace las camas, ver a gente de hace más de mil años, que las dependientas del Alimerka me llamen "vida", escuchar las conversaciones entre pasajeros y conductor en el autobús de Villaviciosa, tomar sidra en buena compañía, este clima terrible...

Todo esto es lo que adoro de aquí. Sin embargo hay algo que empaña todo esto, lo empaña y me hace huír lejos, cada vez más lejos.

Desencuentro en Santullano

10/8/09

Ligera de equipaje

"Cualquier objeto es un lastre: cuanto más ligero de equipaje, más lejos se puede llegar"
R. Kapuściński

2/8/09

Y entre el dolor y la nada elegí el dolor

Hace poco más de 24 horas que compré el billete a Asturias y ya estoy arrepentida.

No quiero ir a escuchar lamentaciones, sermones, preguntas. No quiero dar explicaciones a nadie (un poco paradójico entonces escribir aquí sobre esto, quizás lo hago con la esperanza de que quien lo lea no me interrogue). No hay ninguna historia trágica que contar, en caso de que no se considere suficiente tragedia que el amor simplemente se haya extinguido, que empezábamos a parecernos a una pareja corriente, cuando nunca lo fuimos.


Juntos nos creíamos grandes y lo éramos. Podíamos con todo, nos reíamos de todos. Aprendíamos constantemente el uno del otro, disfrutábamos juntos de todo, llegamos incluso a estar convencidos de que el amor sí que podía llegar a ser eterno (qué ingenuos). Todo eso se acabó hace meses, todavía no entiendo muy bien la razón, quizás sean muchas, quizás ninguna en particular, sólo desgaste. Probablemente seamos simples mortales y como una vez me dijo una mujer que a veces tiene algún arranque de lucidez “llega un momento en que o te pones a criar hijos o la monotonía acaba con todas las parejas”. En el momento que lo dijo me pareció lo más patético que había oído nunca. Ahora me cuestiono si tendrá razón.

A pesar de todo, en estos últimos días constantemente pienso: “le tengo que contar esto”, “le tengo que preguntar qué piensa de aquello”. No sólo pierdo a mi pareja, pierdo a mi compañero de andanzas, a mi mejor amigo, al que fue mi complemento perfecto.

No tengo ganas de ver a nadie. Me gustaría quedarme encerrada en esta casa (que tan pronto dejará de ser mía) hasta que llegue la hora de irme a Moldavia.


Pensaba que se me había agotado el depósito de lágrimas pero parece ser que cada cierto tiempo se regenera solo.